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30 de diciembre de 2016

Llámame esta noche, que te quiero ver.
A ti fumando en la ventana o a tus dedos bailando por encima de mi entrepierna.
Da igual.
No dejas de ser tú, despeinada con una camiseta tres tallas por encima, paseándote semidesnuda por delante de mis ojos como una exhibicionista. Tus vecinos lo saben, mi lujuria también.
Llámame, que me comen los nervios y el aburrimiento, tengo una cajetilla a medias y ya no recuerdo bien cómo provocarte un orgasmo con la lengua. La verdad que esto de estar tantos días sin verse desentrena los músculos... Ya no sé si mis piernas van a abrirse tanto como para hacer un ángulo de ciento ochenta grados, ni si tus dedos se siguen moviendo con tanta rapidez.
Bueno, seguro que tú no estás tan desentrenada, que te habrás paseado por otras habitaciones con el mismo movimiento felino con el que te encaramas sobre mi pecho y me arañas la piel. Y aunque no lo hicieses, qué más da; parece que tienes un don natural para esto.
Pocas veces he visto esa forma de recorrer un cuerpo con tu destreza, sabiendo los puntos exactos que consiguen que el otro arquee la espalda y pida más con los ojos. ¿Cuántas veces me habrás contado entre risas que más de una vez, y más de una persona, te han pedido que tomes el control?
Yo desde luego que te dejaría, ya lo sabes. A mí dame un par de respiros y hacemos todo lo que quieras. Puedes ser todo lo fiera que te apetezca, que ya me las ingeniaré para adaptarme a tu forma de hacer las cosas. Total, no tengo nada que perder. ¿Qué supone un poco de sangre, un par de cervezas y casi toda mi energía si lo compensas con tres orgasmos consecutivos? Nada.
Venga, llámame, que acabaremos en la cama aunque todo comience en el sofá.
Se te escapará -como siempre- un mordisco más sensual de lo establecido y, como no sé frenarte la boca si no es con la mía, conseguirás que mi cuerpo y mente trabajen a tu favor. El resto ya lo sabes: comenzaré por quitarte la poca ropa con furia, me enredarás con tus piernas y tu lengua, caeremos en la costumbre de excitarnos como nunca y tu culo en forma de corazón será el incentivo para correr tras de ti por el pasillo. Te tumbarás con fingida inocencia sobre la cama y, apuntando hacia ti, me desharé en suspiros y jadeos cuando te subas encima y trates de arañarme el corazón. Buscaré la forma de que tu complejo de amazona sucumba a mis encantos autoritarios y follaremos como si no hubiese un mañana; y cuando el sol nos descubra, echaremos las cortinas y nos enroscaremos como si fuésemos amantes que arriesgan sentimientos, restando importancia a que quizá tú ya no estés al despertar o finjas no conocerme cuando nos encontremos en la cocina en busca de café.
Solo.

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